Las Fuerzas Armadas refuerzan su capacidad militar en este territorio del mar Báltico especialmente vulnerable a la amenaza rusa. El Partido Socialdemócrata anunciará el domingo si finalmente apoya la adhesión a la Alianza

La apacible vida de los habitantes de la isla de Gotland se ha visto alterada en los últimos meses. Por primera vez en muchos años, militares suecos han patrullado las calles o el puerto de Visby, su capital. En sus bosques, cientos de soldados entrenan desde hace semanas con ropa de camuflaje y munición real. Y en todas las casas se guarda un folleto distribuido por las autoridades que indica cómo actuar si estalla una guerra. Mientras reaparecen en Gotland los viejos fantasmas de la Guerra Fría, la clase política de Suecia debate contra el reloj sobre el posible ingreso del país escandinavo en la OTAN.

La posición estratégica de Gotland, en medio del mar Báltico, la ha convertido durante siglos en un territorio codiciado por otros Estados de la región. Su historia está plagada de invasiones repelidas por Suecia. La última, en 1808, cuando las tropas del zar Alejandro I de Rusia ocuparon la isla durante 26 días hasta que fueron derrotadas. Sin embargo, tras la caída del muro de Berlín, Estocolmo comenzó a reducir su inversión en defensa y a disolver regimientos. En 2005, abandonaron Gotland los últimos militares que quedaban; el talón de Aquiles del país nórdico quedó desmilitarizado.

Todo volvió a cambiar en 2014, tras la anexión rusa de Crimea. En los años siguientes, Suecia restableció el servicio militar obligatorio, reinstauró el regimiento de Gotland, con su base permanente a cinco kilómetros de Visby, y volvió a instalar un sistema de defensa antiaérea. El pasado enero, cuando más de 100.000 militares rusos aguardaban órdenes en la frontera de Ucrania, cientos de soldados suecos volaron a la isla del Báltico después de que el ministro de Defensa, el socialdemócrata Peter Hultqvist, declarara que no se podía “descartar la posibilidad de un ataque a Suecia”.

“Nos hemos fortalecido de manera notable en lo que va de año, y vamos a crecer mucho más durante los siguientes”, explica Magnus Frykvall, quien desde hace menos de dos meses dirige el regimiento más conocido de Suecia. Hoy tiene a su cargo a unos 400 soldados profesionales y algunos reclutas. “Nos iremos reforzando hasta llegar a los 4.000 efectivos”, añade en el Club de Oficiales el coronel, de 47 años, con experiencia en Kosovo, Afganistán y Malí. “No es sencillo aumentar rápidamente la presencia militar en una isla, tenemos que desplazar a los militares desde otras partes del país”, explica Frykvall, quien considera que tiene “el puesto más interesante que existe hoy en las Fuerzas Armadas de Suecia”. A diferencia de la mayoría de países, los soldados suecos no residen en las bases, sino en apartamentos. Y no abundan las viviendas en alquiler en Visby.

Las decenas de miembros del batallón de la Guardia Nacional (fuerza de reserva militar) en Gotland también participan desde la semana pasada en un programa especial de entrenamiento. Desde el inicio de la invasión de Ucrania, el 24 de febrero, se ha disparado en toda Suecia el número de solicitudes de voluntarios que desean formar parte de las unidades de defensa local.

“Un gigantesco portaviones imposible de hundir”

Gotland —con una superficie similar a la de Mallorca, pero con una población 15 veces menor (poco más de 60.000 personas)— ha sido definida por diversos analistas como “un gigantesco portaviones imposible de hundir”. Frykvall asegura que “quien controla Gotland, puede dominar el espacio aéreo y marítimo del sur del Báltico”. La posible entrada del país escandinavo en la OTAN, una opción cada vez más cercana, ofrecería a la organización transatlántica una posición privilegiada para la defensa de algunos de sus aliados, principalmente de Estonia, Letonia y Lituania. Situada a 300 kilómetros del enclave de Kaliningrado, donde las fuerzas del Kremlin almacenan misiles nucleares Iskander, el espacio aéreo de la isla ha sido violado desde el inicio de la guerra al menos cuatro veces por cazas rusos y aviones de guerra electrónica (diseñados para degradar la eficacia de sistemas de radio y radares). En su discurso ante el Parlamento sueco, el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, destacó la vulnerabilidad de la isla del Báltico: “En Moscú ya se discute sobre cómo invadir Gotland”, sentenció.

En las calles medievales de Visby (24.000 habitantes), la solidaridad con Ucrania es palpable. En algunas ventanas se han colocado banderas del país agredido; y en otras, carteles en los que se insulta al presidente ruso, Vladímir Putin. A principios de marzo, más de 2.000 personas mostraron su apoyo a Kiev en una de las concentraciones más numerosas que han tenido lugar en la isla. Pero además de los gestos fraternales, se siguen adoptando nuevas medidas para reforzar la seguridad de Gotland. El ministro de Finanzas, Max Elger, anunció la semana pasada que se invertirán 1.600 millones de coronas suecas (155 millones de euros) en renovar y ampliar las instalaciones y las infraestructuras que se utilizan para proteger la isla. Las autoridades provinciales también han puesto en marcha planes para garantizar que en caso de crisis no habrá desabastecimiento de medicamentos, combustible o de los productos químicos necesarios para depurar el agua.

En una plaza junto a las monumentales ruinas de la iglesia de Santa Catalina, Jonas Persson trata, a pesar de la lluvia, de enseñar a su hijo de cuatro años a montar en bicicleta. Persson, que se mudó a Visby hace 20 meses, tiene claro que el país escandinavo debe adherirse a la Alianza Atlántica: “Es el momento de la realpolitik; ahora no tocan los debates filosóficos”, sostiene este diseñador gráfico de 38 años. “¿Acaso queda algún ucranio que no quiera entrar en la OTAN?”, plantea.

Otra residente de Gotland, Linnéa Lindberg, recuerda bien los años de la Guerra Fría en los que en la isla llegó a haber hasta 25.000 militares suecos —casi uno por cada dos habitantes— y en los que la población tenía vetado el acceso a bastantes zonas. A sus 63 años, comenta en una cafetería de Visby que hasta este año siempre había estado “radicalmente en contra” de que Suecia renunciara a su política de no alineamiento e ingresase en la OTAN, pero que “no se puede vivir en el pasado”. Lindberg, que reconoce que en marzo hizo acopio de alimentos imperecederos y se informó de dónde tenía el refugio antiaéreo más cercano, reclama “garantías claras de seguridad”, aunque añade que prefiere que no haya tropas extranjeras de manera permanente en Gotland.

Terapia colectiva de los socialdemócratas

Mientras resulta evidente que la mayoría de los 60.000 habitantes de Gotland respaldan el ingreso en la Alianza Atlántica lo antes posible, los eventos se suceden en Estocolmo. Este miércoles, el primer ministro británico, Boris Johnson, firmó con su homóloga sueca, la socialdemócrata Magdalena Andersson, una declaración de garantías de seguridad mutua. “Si Suecia es atacada y nos pide apoyo, se lo daremos”, afirmó el mandatario conservador, quien añadió que el respaldo militar no estará vinculado a la decisión final que adopte Suecia sobre el ingreso en la Alianza. El Partido Socialdemócrata —ganador de todas las elecciones generales celebradas en el país escandinavo desde 1914— se somete esta semana a una especie de terapia colectiva en la que debe decidir si renuncia a la postura defendida durante décadas y opta por apoyar la adhesión a la OTAN. En un principio, el partido no iba a anunciar su posición definitiva hasta finales de mayo, pero su portavoz, Tobias Baudin, apuntó el lunes que el próximo domingo se dará a conocer el resultado alcanzado tras tres jornadas de reuniones digitales.

También se ha adelantado dos semanas la presentación del nuevo análisis de la política de seguridad del país escandinavo, que estaba prevista para finales de mes y que tendrá lugar este viernes en el Riksdag (Parlamento). Las encuestas apuntan que el respaldo al ingreso en la OTAN se ha duplicado entre la población sueca; según un sondeo de abril, el 57% de los ciudadanos se muestra a favor de la adhesión, frente al poco más del 25% que lo apoyaba a finales del año pasado; un cambio radical —aunque menor que el que se ha vivido en Finlandia— que se refleja en las prisas de los políticos en Estocolmo.

Los socialdemócratas Lena Hallgren, ministra de Salud y Asuntos Sociales, y Ardalan Sherkabi, titular de Seguridad Social, ya han anunciado que están a favor de romper con la postura tradicional de la formación que gobierna en minoría. Cuatro fuerzas parlamentarias en la oposición —Liberales, el Partido Moderado (conservador), el Partido de Centro y Demócratas Cristianos— reclaman que los trámites para el ingreso se inicien cuanto antes, en la cumbre de la OTAN que se celebrará a finales de junio en Madrid. Y han sumado a la causa al partido de ultraderecha Demócratas Suecos, la tercera formación con más representación en el Riksdag. El Partido de la Izquierda y Los Verdes siguen rechazando de plano la opción de ingresar en el bloque militar transatlántico. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha reiterado en innumerables ocasiones que Suecia y Finlandia tienen abiertas las puertas de la Alianza.

Al margen de lo que se decida estas semanas en Estocolmo, en Gotland y en el mar Báltico tendrán lugar a mediados de junio unos ejercicios militares (Baltops 2022) en los que participarán soldados de 20 miembros de la OTAN, una muestra más de la estrecha relación que Suecia y Finlandia han mantenido en el último decenio con la organización militar. “La cooperación es útil, pero formar parte de la Alianza es lo que te ofrece garantías de seguridad”, recalca el coronel Frykvall.

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