El viaje del presidente a La Habana encierra todo el simbolismo de unos profundos vínculos bilaterales con una idea de fondo: “Al defender a Cuba se defiende también a México”

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, viajará a Cuba el próximo fin de semana tras visitar el triángulo norte de Centroamérica, con paradas en Guatemala, El Salvador, Honduras y Belice, donde tratará sobre todo de asuntos migratorios. La etapa final de la gira, en La Habana, tiene un carácter bien distinto pues encierra todo el simbolismo de una relación bilateral que el año próximo cumple un siglo de existencia y que, en lo político, ha sido especialmente intensa desde el triunfo de la revolución cubana, en 1959. Desde entonces, todos los presidentes mexicanos han visitado La Habana antes de terminar su mandato, incluso los que han sido más críticos con Cuba, como Vicente Fox o Ernesto Zedillo. Lo hace ahora López Obrador con el empeño de impulsar las relaciones al máximo nivel, en consonancia con la tradición que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) mantuvo durante décadas y siguiendo la filosofía de que “al defender a Cuba se defiende también a México y sus principios”.

Uno de los presidentes priistas que mejor expresó en palabras este sentir fue José López Portillo, cuando en 1980 viajó a La Habana y afirmó en la Plaza de la Revolución: lo que le hagan a Cuba es como si se lo hicieran a México. Para nadie es un secreto que desde que Fidel Castro llegó al poder, en las relaciones entre ambos países siempre estuvieron muy presentes la sombra y las presiones de Estados Unidos, pero México se abrazó a los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos consagrados en su Constitución para mantener buenas relaciones con La Habana y respaldarla políticamente hasta en los momentos más tensos. El mensaje siempre fue: Cuba no está sola en América, pueden contar con nosotros.

México fue el único país latinoamericano que votó en contra de la expulsión de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en 1962 en la Cumbre de Punta del Este. Y eso, a día de hoy, sigue siendo uno de los símbolos más grandes y valores más sólidos de las relaciones bilaterales, como recuerda una exposición fotográfica que se exhibe en La Habana estos días con motivo de la Feria del Libro, en la que por segunda vez México es el país invitado –durante su viaje, López Obrador inaugurará una librería del Fondo de Cultura Económica en la capital cubana-.

Recorrer la muestra México-Cuba: naciones hermanas, organizada por la Embajada mexicana, es una buena manera de pasar revista a lo sucedido entre ambos países en la historia moderna, y desde más atrás. Ya desde la época colonial México fue valedor de las aspiraciones independentistas cubanas y sirvió de refugio y retaguardia a notables exiliados de la isla, como el poeta romántico José Heredia -en los años veinte y treinta del siglo XIX-, y no es casualidad que el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, un día antes de caer en el campo de batalla (1895) escribiera una última carta dirigida a su amigo mexicano Manuel Mercado. Las imágenes recuerdan también que fue el embajador cubano en México, Manuel Márquez Sterling, quien salvara a la familia de Madero tras el asesinato del presidente mexicano en 1913, y que cuando en 1926 el líder estudiantil comunista cubano Julio Antonio Mella partió hacia el exilio se instaló en México, donde fue asesinado dos años después.

La muestra va más allá de lo puramente político, y podemos ver a artistas y músicos mexicanos que pasaron por La Habana, como Cantinflas, María Félix, Agustín Lara, Tin Tan, Pedro Infante, Jorge Negrete o Pedro Vargas, y a la inversa, cubanos que desarrollaron parte de su carrera en México, de Benny Moré a Dámaso Pérez Prado, pasando por Bola de Nieve, que decía que no podía vivir sin el chile mexicano y sin actuar en este país (donde le sorprendió la muerte en 1971). Las 80 fotografías de México-Cuba: naciones hermanas repasan los vínculos culturales y humanos que unieron a ambos países a lo largo de la historia, pero con énfasis, claro está, en la etapa revolucionaria que -no hay que olvidar- comienza en México, donde Fidel Castro, Raúl Castro y el Che Guevara organizan los preparativos para el desembarco del yate Granma.

Hay fotos clave y casi desconocidas, como la del encuentro en La Habana de estos tres líderes con Gilberto Bosques, quien fuera embajador de México en Cuba entre 1953 y 1964, y que en su trayectoria resume el imaginario político de defensa de la revolución que López Obrador quiere rescatar en este viaje a la isla. “Bosques, un hombre muy cercano a Lázaro Cárdenas, apoyó a los perseguidos durante la dictadura de Batista tras el asalto al cuartel Moncada y después de 1959 jugó un papel central en el respaldo a la revolución”, asegura el actual embajador mexicano en La Habana, Miguel Díaz Reynoso.

Desfilan por la exposición los diferentes presidentes mexicanos que han viajado a La Habana, incluidos los que peores relaciones tuvieron, empezando por Ernesto Zedillo, quien pidió la instauración de la democracia en la isla antes de cerrar siete décadas de gobiernos ininterrumpidos del PRI, y siguiendo por Vicente Fox, que protagonizó el incidente más famoso entre ambos países hace 20 años. Fue durante la Conferencia Internacional de Financiación para el Desarrollo que se celebraba en Monterrey, a la que estaba invitado Fidel Castro, quien sorpresivamente anunció durante el evento que debía regresar de inmediato a su país por una “situación especial”. A los pocos días, Castro difundió la grabación de la conversación telefónica que había mantenido con su homólogo mexicano. Fox, un hombre de derechas y abiertamente afín a George W. Bush, quiso evitar que en la cumbre Castro coincidiera con el presidente estadounidense, y para ello le pidió al presidente cubano sumarse a un almuerzo, sentarse a su lado y regresar. El famoso comes y te vas.

Aquello fue un terremoto bilateral, pero pasó, y con Felipe Calderón y después con Enrique Peña Nieto las aguas volvieron a su cauce. Ahora, con López Obrador, México regresa a la política de respaldo activo a La Habana. Se espera que durante su visita a Cuba haga una contundente denuncia del embargo norteamericano y defienda con vehemencia que no se excluya a la isla de la IX Cumbre de las Américas, convocada por Joe Biden del 6 al 10 de junio en la ciudad de Los Ángeles. Para La Habana, ambas cosas son importantes, pues no es lo mismo el apoyo de Venezuela y Nicaragua que una posición firme de un país como México, con muchos vínculos con EE UU. El presidente mexicano mantuvo el viernes una conversación con su homólogo estadunidense para perfilar una posición común con vistas a la cumbre. Y ya dejó claro su planteamiento: el cónclave debe celebrarse “sin excluir a nadie”, aludiendo a la participación de Cuba.

Durante el viaje, López Obrador se reunirá con el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, que ya ha estado en México en dos ocasiones (y una más cuando era vicepresidente). El pasado septiembre viajó como invitado especial a los actos conmemorativos del levantamiento de Miguel Hidalgo. Entonces, López Obrador no solo convirtió el Día de la Independencia en una apología de la “lucha por la soberanía” de Cuba, sino que fue más allá y apremió abiertamente a Biden para que levante el bloqueo económico. Durante esta visita escenificará el interés por impulsar las relaciones comerciales –en estos momentos los intercambios entre ambos países rondan los 400 millones de dólares anuales- y las inversiones mexicanas, algo que conlleva implícito un mensaje a Washington. También podrían concretarse acuerdos para la adquisición por México de medicamentos -y vacunas- desarrollados por la industria biotecnológica cubana. Aunque los temas migratorios pueden ser parte de las conversaciones oficiales, en momentos en que miles de cubanos utilizan la frontera mexicana para entrar a EeUU -79.000 en los últimos seis meses, según datos norteamericanos- no son el asunto central de la visita.

Es la cuarta ocasión que López Obrador sale del país desde que asumió el cargo en diciembre de 2018. De momento, solo había viajado a Estados Unidos para reunirse con Biden, su antecesor, Donald Trump, o acudir a la ONU. Ahora, según destaca la Secretaría de Relaciones Exteriores, se ha lanzado a “generar las condiciones necesarias para ampliar la cooperación solidaria” con la isla. Por eso, también el viaje a Cuba resulta muy relevante para un presidente que apenas se prodiga en relaciones internacionales y que suele defender que “la mejor política exterior es la política interior”. En cierto modo, atestigua la exposición fotográfica, Cuba siempre ha sido política interior para México. Pero con López Obrador, aún más.

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