El espectro de la obra teatral La Dama de Negro continúa aterrorizando a la Ciudad de México desde que emergió en el hoy desaparecido Teatro Arlequín hace 30 años, el 17 de febrero de 1994.

Esta vez salió a las calles de la capital y miró de cerca a quienes encontró a su paso. La gente caminó con mayor velocidad al percibirla a su lado. Algunas personas expresaron un rostro de incertidumbre y prefirieron no verla de frente, mientras que otras la observaron a lo lejos y la saludaron con las manos al viento. Ella, con su velo negro y su tétrico rostro debajo de él, caminó haciendo del tiempo un momento infinito.

Bajo el vestuario de La Dama de Negro, desde hace tres décadas, ha estado la actriz Patricia Perrín, cuyo nombre se reveló muchos años después del estreno de la obra, pues la producción quería dejar en incógnito la identidad del fantasma.

En entrevista con Excélsior, señaló que pertenecer a la obra más longeva de la cartelera mexicana es un privilegio, pues la expectativa de la primera temporada era realizar por lo menos 500 funciones. Es así que el agradecimiento fundamental es para el público que la ha mantenido con los telones abiertos no sólo en la capital, sino en toda la República Mexicana, durante todo el año, sin que necesariamente sea en el contexto de Día de Muertos o Halloween.

En los primeros diez años, el personaje era totalmente incógnito y, de hecho, se decía que no había ninguna Dama de Negro. Cuando me contrataron, ésa fue una de las cosas que me dijeron, que yo iba a estar realmente como un fantasma y que no se me iba a mencionar en ninguna entrevista ni en ningún lado. Me pareció fantástico, no tuve ningún problema al respecto.

Fue tanta la incógnita de quién era la Dama, que la producción decidió, cuando develamos la estatua de cera de la obra y el personaje en el Museo de Cera, dar a conocer que era yo quien personificaba a la Dama. Yo no quería, prefería mantener el misterio, pero la gente insistió tanto, que ahí se reveló. Sin embargo, todo sigue muy sutil en la obra y ella sigue con sus apariciones efímeras, aunque hemos modificado algunas cosas para mayores efectos. Ahora la Dama da las gracias como un personaje místico y hemos cuidado mucho que siga siendo ese espectro misterioso”, expresó Patricia en entrevista.

La actriz recuerda perfectamente la primera función de hace 30 años. La compañía, entonces liderada por el productor Antonio Calvo y con Rafael Perrín, su hermano, y el maestro Germán Robles (q.e.p.d.) en escena, tenían la incertidumbre de si el público se asustaría.

De entrada nos impactó que había una fila enorme y que el teatro se atascó, que la gente se quedó afuera. Ya con el personaje, me asusté de los gritos de la gente, porque no sabía en qué momento causaría tal efecto. Fue una magia increíble, porque estábamos vendiendo terror. Conforme avanzaron las funciones, empezamos a disfrutar y perfeccionar; empezó la creatividad para que la gente se aterrara más. Ahora la Dama aparece más veces y su maquillaje se ha adaptado, porque el primero lo diseñó Germán Robles. Lo hemos perfeccionado, manteniendo esa primera idea.

La obra ha tenido que evolucionar. Aunque no se ha perdido la esencia, también ha habido modificaciones técnicas, porque el avance tecnológico ha sido muchísimo. Así que el audio y la iluminación se han perfeccionado. Se ha hecho la obra más ágil y se desarrolla en un solo acto, lo que permite que la gente no se salga de la historia y esté mucho más integrada y emocionada, con un resultado más fuerte de lo que teníamos en un inicio.

También se ha renovado el elenco. Cuando empezábamos, nosotros éramos los actores jóvenes, pero, ahora, lógicamente nos hemos tenido que rodear por actores y técnicos más jóvenes, para que no se pierda esa magia, esa chispa, que la obra siempre ha tenido”, explicó.

Para Patricia Perrín, el mayor desafío actual es robar la atención y despertar la capacidad de sorpresa de un público habituado a la vorágine de la información a través de las pantallas de su celular y otros dispositivos tecnológicos.

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