Hay un tránsito ajetreado de personas y mercancías esta semana a través del río que marca la frontera entre Guatemala y México. Pero casi todo el flujo de personas bordea la ruta a través del puente carretero y trata de evadir las miradas de las autoridades sobre el agua.

Balsas improvisadas de madera y neumáticos de camiones transportan, a través del río Suchiate, a las familias. La mayoría de ellas se prepara para cruzar otro país más en su camino hacia Estados Unidos y con la esperanza de una vida mejor.

Forman parte de una oleada continua de viajeros que buscan llegar a pueblos y ciudades de México ––que anunció nuevas medidas este mes–– así como a Estados Unidos.

Los cruces cuestan alrededor de US$ 1,50 por persona, dijo Javier Guillén. Aunque las tarifas suben a US$ 20 por cabeza para un viaje nocturno, que es más peligroso. Y a veces hay que pagar en moneda estadounidense.

El dinero en efectivo es el rey en las orillas del río: los migrantes contaron a CNN que los agentes guatemaltecos los sacudían para pedirles sobornos si se cruzaban con ellos, por lo que hacían todo lo posible por viajar sin ser vistos.

Guillén dijo a CNN que él y su esposa, Mikeli Marchan, ya tenían lo esencial. Dijo que habían abandonado Venezuela hacía unas seis semanas, después de enterarse de que esperaban su primer hijo. Había empezado «como un soldado estadounidense», dijo, cargando una gran mochila con ropa, zapatos y otros suministros, pero era demasiado pesada para el viaje a través de la selva fangosa, implacable y traicionera del Tapón del Darién. Así que abandonaron todo lo que no cabía en una pequeña mochila atada a su cintura donde lleva sus teléfonos y documentos.

Guillén, cocinero de formación, dijo sentirse «un poco más tranquilo» tras haber llegado a México. Marchan añadió: «Ya casi llegamos, pero también tenemos miedo porque dicen que México es un poco peligroso».

La pareja, cansada pero aún esperanzada de llegar hasta unos amigos que viven en Alexandria, Virginia, charlaba en el polvoriento lado mexicano del Suchiate, donde muchos migrantes han acampado.

La ropa lavada en el río que acababan de cruzar cuelga de cuerdas atadas entre los árboles, y llegan personas a vender comida a cualquiera que aún tenga dinero.

Entre las personas que hablaron con CNN había un joven padre que dejó Cuba para intentar asegurar un futuro mejor para su familia, una pareja venezolana que se prepara para tener su primer hijo y madres que acorralan a sus cansados hijos.

Aunque habían utilizado los transbordadores no oficiales para llegar a México, dijeron que pronto se dirigirían a las oficinas del gobierno para solicitar asilo o permiso para transitar por el país y seguir hacia Estados Unidos.

Los migrantes de la ribera se dirigirán a Tapachula, a una hora en coche o un día a pie de la frontera. Las autoridades mexicanas calculan que ya hay entre 15.000 y 17.000 migrantes en Tapachula, a la espera de papeles o ayuda para retomar el camino hacia el norte.

El número de migrantes que cruzan la frontera entre México y Estados Unidos está aumentando, superando los 8.600 en un periodo de 24 horas la semana pasada, según un funcionario del Departamento de Seguridad Nacional. Esta cifra es superior a las aproximadamente 3.500 detenciones fronterizas diarias después de que la expiración del Título 42 en mayo desencadenara nuevas consecuencias para quienes cruzan la frontera ilegalmente.

México dijo que unos 77.000 migrantes solicitaron asilo allí el año pasado y que la cifra podría duplicarse este año.

La escena en el río respalda esa expectativa. Aunque pocos vehículos utilizaban el puente Rodolfo Robles, los barqueros iban y venían, una y otra vez, llevando cada vez más personas a México.

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