México es parte de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y debe proporcionar anualmente toda una serie de estadísticas económicas y sociales a la organización. Con base en esos datos podemos comparar el estado de la ciencia en México y en otros países. El ejercicio no es en vano, nos deja ver lo mucho que tenemos que corregir en México.

Hay diferentes maneras de medir la potencia científica de un país. Una de ellas es comparar el número de científicos activos en cada nación. Según los datos de la OCDE, por cada mil personas empleadas en México, 1.24 personas son investigadores. El promedio para los países de la OCDE es 9.11, para el mismo indicador. Los campeones en ese rubro son Corea del Sur, Finlandia y Noruega, con más de 16 investigadores por cada mil personas empleadas.

El caso de Corea del Sur es para mí el más relevante. Hace treinta años tenían 5 científicos por cada mil empleados. En 1995, Corea del Sur tenía 7.5 veces más científicos, como porcentaje del empleo total, que México. Ahora Corea tiene 13.4 veces más, es decir que la ventaja de ese país con respecto a México casi se ha duplicado. Podemos decir que a partir del nuevo milenio los coreanos se pusieron las pilas y son ahora uno de los países que más exportan, sobre todo productos de alta tecnología. También España, un país más cercano a nosotros, ha hecho grandes esfuerzos para aumentar el número de sus investigadores. Hoy tienen 7.44 investigadores por cada mil empleados.

Otra manera de medir la importancia de la ciencia en un país es observando qué porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) se invierte en ciencia y tecnología. Y digo “invierte”, porque ese dinero se multiplica más adelante en la medida en que la planta productiva se transforma, al ser potenciada por la investigación científica.

México invierte sólo 0.297% del PIB en investigación y desarrollo, de acuerdo a los datos de la OCDE. El máximo histórico se dio en 2010, cuando ese porcentaje fue de 0.495. Desde entonces ha venido bajando continuamente, hasta alcanzar el porcentaje que hoy tenemos. Corea del Sur, por el contrario, ha aumentado incesablemente ese indicador, desde hace treinta años, y hoy invierte el 4.8% de su PIB en investigación y desarrollo, es decir, dieciséis veces más que México. Alemania lleva 30 años incrementando ese indicador y España también, con un bache después de la crisis financiera de 2009, del que ya se recuperaron.

La diferencia básica entre México y Corea del Sur es que los coreanos han entendido que en las condiciones de la Tercera (algunos dicen Cuarta) Revolución Industrial que estamos atravesando, la riqueza de las naciones no será medida por sus reservas minerales o de hidrocarburos, sino por la forma en que los diferentes países se puedan integrar a la nueva economía digital. Recuerdo que en 2015 fui invitado a dar una conferencia en Seúl y mis anfitriones fueron muy claros: Corea del Sur tenía que intensificar sus esfuerzos para no quedarse atrás en el mercado mundial. Temían que otros países pudieran sustituir las exportaciones coreanas, como le sucedió a Finlandia cuando la empresa local Nokia, que dominaba las ventas de teléfonos celulares, prácticamente desapareció cuando entraron al mercado los llamados smartphones.

La ley de Ciencia y Tecnología vigente aún estipula que México debe invertir por lo menos el 1% de su PIB en investigación y desarrollo, pero el proyecto de nueva ley que CONACYT envió en 2022 a las Cámaras desaparece esa aspiración al afirmar solamente que el Estado “proveerá de recursos y estímulos suficientes, oportunos y adecuados (…) la asignación de recursos públicos estará sujeta a suficiencia presupuestaria y al principio de austeridad republicana”. Por ningún lado se percibe un sentido de urgencia en la iniciativa de ley, cuyo único propósito es la centralización burocrática del gasto dedicado a la ciencia. De hecho, el presupuesto proyectado para CONACYT en 2023 representa, en términos reales, al descontar inflación, solamente el 77% del presupuesto que tenía al iniciar el sexenio. En tan sólo cuatro años CONACYT ha perdido 23% de sus recursos. Y si comparamos con 2015, el presupuesto de CONACYT para 2023 es sólo 46% del que se tenía entonces, el máximo histórico.

¿Cuántos científicos hay en México? El Sistema Nacional de Investigadores (SNI) tiene 36 mil 714 integrantes. Según algunas estadísticas, el número de profesores universitarios en México es de alrededor de 360 mil. De acuerdo al Banco Mundial, México tiene unos 349 investigadores por millón de habitantes, lo que se traduciría en sólo 45 mil investigadores en total. El número de investigadores en la industria privada seguramente no se captura por ninguna agencia estadística, así que dadas estas cifras habría que decir que el número exacto de personas que en México se dedican a la ciencia es algo muy nebuloso.

En Alemania, donde tienen muy buen control estadístico, el número de investigadores es de 600 mil. Allá, la industria participa con el 69% de la inversión en investigación. Eso va aunado a un nivel muy alto de educación: el 2% de la población tiene un doctorado, un porcentaje similar al de Estados Unidos. Según la OCDE, el porcentaje de personas con doctorado en México es de 0.1%, o sea veinte veces inferior al de Estados Unidos y Alemania.

En el caso de la investigación industrial es donde el abismo entre los países más dinámicos y México es más evidente. Si comparamos el número de solicitudes de patentes en 2020, resulta que en Estados Unidos se solicitan 236, en Corea del Sur 123 y en China 686 veces más patentes que en México. Es una desproporción descomunal. Incluso en Brasil se solicitan anualmente 3.5 veces más patentes que en México.

¿Por qué insisto tanto en el caso de Corea del Sur en esta comparación de cifras? Pues simple y sencillamente porque en 1990 Corea del Sur todavía era un país similar a México. Tenía solo 85% del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de México en esa época. En 2020 ya Corea del Sur tenía 2.3 veces más PIB per cápita que México. En sólo treinta años Corea del Sur abandonó las filas de los países subdesarrollados y es ahora una de las economías más dinámicas en el mundo. Algo hicieron bien los coreanos en el espacio de poco más de una generación: apostaron por el desarrollo tecnológico, la economía orientada a la exportación y el fomento de la ciencia, mientras que México dilapidaba recursos naturales y nunca realmente ha valorado a sus científicos como un recurso estratégico. Por eso el PIB per cápita de Corea del Sur creció 235% en esos treinta años, el de China se multiplicó cien veces, mientras que en México el PIB per cápita sólo creció 19% en el mismo período. Corea del Sur y China nos rebasaron por el carril de alta velocidad.

En este sexenio, cuando termine, el PIB per cápita habrá caído 3% en seis años que no trajeron ninguna transformación y si un deplorable declive del sistema científico mexicano.

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